domingo, 6 de septiembre de 2015

Victoria en Entebbe (Victory at Entebbe, 1976)

Tres fueron las películas nacidas a raíz de la intrépida, o así, operación de Israel, para liberar al Air France secuestrado por terroristas pro-palestinos -y de paso, no apoyados por la propia Autoridad Palestina- y de ellas, ésta parece ser la menos problemática, a nivel cinematográfico, ya que no ideológico. Le sobra una cierta estética de telefilm y la enternecen, por otra parte, los diversos personajes y sus historias, incluida Linda Blair, que parece haber recuperado su grotesco papel en Airport' 75 (Aeropuerto '75, 1975). Bromas aparte, el elenco actoral es invencible. Burt Lancaster y Kirk Douglas vuelven a compartir película, aunque no escenas, en jugosas apariciones, Anthony Hopkins da vida a un siniestro Isaac Rabin y resulta divertido ver a Julius Harris dando vida al monstruo Idi Amín Dadá. Por lo demás, una fotografía espantosa, unos terroristas que parecen estar en otra película -al malogrado Berger se le suma una alemana, que más recuerda a la pérfida "Ilsa", que a alguien de la Rote Armee Fraktion- y una ambientación de cartón piedra hacen el resto. En definitiva, si el suceso real tuvo a Elizabeth Taylor como abnegada madre israelita de Linda Blair, a dirigentes en el gobierno y el ejército hebreos con fuerte acento norteamericano, o a Helen Hayes en el avión -después de Aeropuerto, ya deberían haber aprendido la lección- no lo sabremos nunca. Eso, y tampoco mucho más, se puede encontrar en la versión restaurada de casi dos horas y media.

La imagen: Linda Blair y una monja, en el mismo avión, y los gratos recuerdos que nos trae.
El detalle: un Air France que cambia de color.
Calificación: **1/2

El Largo Día del Águila (La Battaglia d'Inghilterra, 1969)

Si se hizo con el western, ¿por qué no con el cine bélico? Algo así debieron de pensar en Italia y España, cuando, amparados en las jugosas coproducciones de moda, decidieron también aportar su granito de arena a aquel género. De Enzo G. Castellari, nacido Girolami, sabemos que se adentró en el "spaghetti western", en el "poliziesco", en infames plagios de Tiburón (Jaws, 1975) y, por supuesto, sabemos que hizo incursión en el cine de soldados y tanques por dos ocasiones. Ésta, título original incluido, venía al rebufo del Battle of Britain, que acometiera, no sin cierta tendencia al aburrimiento, Guy Hamilton el mismo año. Eso sí, ni medios ni repartos colosales. Todo lo más, un Van Johnson que hacía ya tiempo estaba relegado -y así siguió- a cine europeo de medio pelo y el inexpresivo Stafford (un antiguo monitor de esquí al que sólo se recuerda por la maravillosa Topaz, de Hitchcock). Pero no es menos cierto que, pese a su innegable mediocridad, la película de Castellari sorprende por resultar ciertamente entretenida y poseer, además, una discreción técnica envidiable para el subgénero. El producto no salió nada mal, si obviamos la insoportable tendencia a encadenar zooms y el descabellado argumento: Paco Rabal y Luigi Pistilli dirigen un comando alemán, aniquilan a unos cuantos ingleses en el bosque, suplantan su identidad y se infiltran en la capital británica para destruir aquello que es fundamental para la victoria de Churchill, esto es, unos radares de cartón-piedra. Por el camino, insertos de escenas aéreas, la inevitable actriz italiana de rotundas formas, Evelyn Stewart (o Ida Galli, tanto da), y ni un sólo inglés o alemán haciendo de inglés o alemán.

La imagen: Paco Rabal matando a su amada, Teresa Gimpera, pues así se lo pide, cuando la conspiración ha sido descubierta.
El detalle: Rabal, Pistilli y Eduardo Fajardo, como improbables nazis. Y sobre todo, el personaje de Renzo Palmer -un tal Mulligan- que organiza peleas con sabor a "spaghetti western" y emplea idéntico vocabulario al de Eli Wallach en la obra maestra de Leone.
Calificación: **1/2

Terremoto (Earthquake, 1974)

Dentro del subgénero conocido como "cine de catástrofes", hubo lugar para todo tipo de fenómenos atmosféricos durante los años setenta. En esa batalla de la naturaleza contra el hombre, o viceversa, el terremoto también tuvo su trocito del pastel y se convirtió en uno de los personajes del film homónimo de 1974. Allí, Los Ángeles era prácticamente asolada, a los cuarenta y cinco minutos de que el espectador piense que está viendo más un telefilm dramático que otra cosa. A saber, Lorne Greene y Ava Gardner son padre e hija -y sólo se llevaban ¡siete años! en realidad-, George Kennedy no muda jamás su mueca de enfado, Richard Roundtree, Victoria Principal y Marjoe Gortner parecen estar en otra película, Genevieve Bujold también -aunque no sea en la misma, que siempre ha habido clases- y al final, el único que parece entenderse en tal divertido desaguisado es Charlton Heston. La labor de Robson en la dirección salva los escollos como buenamente puede y convierte esta película en una divertida delicia, si se toma en el tono que debe.

La imagen: una cámara que se mueve a un lado y otro, para ahorrar en efectos y maquetas.
El detalle: los cameos de Walter Matthau -que interpreta, sin diálogos, a un borrachín y bajo el pseudónimo Walter Matuschaskayansky (sic)- y del extraordinario secundario Lonny Chapman, como policía y sin acreditar, antes recordado barman de Los Pájaros.
Calificación: ***